Cada nuevo año cinematográfico nos deja la misma sensación de siempre: nunca llueve a gusto de todos. Desde la película que pudo ser y no fue hasta ese gran taquillazo inesperado, pasando por la decepción y por las grandes apuestas de Hollywood, taquilla y crítica no estarán jamás de acuerdo. Cada una con sus particularidades, sus luces y sus sombras, sus premios y sus recorridos por los diferentes festivales y galas, aquí os vamos a hablar sobre algunas de las mejores apuestas cinematográficas del año. Lo que no podemos negar es que, desde hace un tiempo, la variedad de nacionalidades entre los estrenos más esperados sigue aumentando, detalle que se verá por sí solo a continuación. Sin más dilación, hablemos de los estrenos de 2018 que más nos han calado.
1. Tres caras (Jafar Panahi):
el director iraní, últimamente más que acostumbrado a ganar premios en festivales (ganó el Oso de oro de Berlín en 2015 por Taxi Teherán y este año, en Cannes, el premio al mejor guion) y a tener el beneplácito de la crítica, nos trae otra interesante y personal cinta en la que vuelve a hacer de sí mismo y a cuestionar la sociedad iraní a través de sus personajes. Parece que Panahi gusta de autorreferenciarse, siempre dentro de su propio estilo y asiduo a la temática social y a la mezcla de ficción y documental. En Tres caras, Panahi nos cuenta la historia de Marziyeh, una niña que quiere ser actriz pero que vive bajo el yugo de una familia fundamentalista y muy conservadora. Esta decide simular su propio suicidio mandando un mensaje de auxilio en forma de vídeo a su actriz favorita, Behnaz Jafari, que también hará de sí misma y que irá junto con el director a resolver el misterio del vídeo de Marziyeh.
Panahi aborda la dirección desde un punto de vista austero, sin grandes escenarios o movimientos de cámara, siendo pues acorde a la historia que quiere mostrarnos. La latencia y ritmo de Tres caras es lenta, suave y sin artificio, pues intenta acercar la historia al tempo de la vida de los personajes que, quitando a los dos protagonistas, son todos del entorno rural, lugar en el que la contemplación y el tiempo son elementos importantes y pausados. En su obra, Panahi siempre respeta el folclore y el entorno que rueda, tanto espacios como personajes (muchas veces actores sin experiencia), para sumar aún más realismo a sus piezas audiovisuales. Siempre minimalista, atento al detalle y dirigiendo en consecuencia a su guion, Panahi deja otra obra notable del cine social, del contraste entre entorno urbano y rural, del arte escénico y de la sociedad iraní.
2. Quién te cantará (Carlos Vermut):
Fiel a su estilo, aunque menos atrevido y arriesgado que en anteriores entregas (Diamond Flash y Magical girl son sus otros dos únicos largometrajes), Carlos Vermut nos habla en esta cinta sobre la memoria y el olvido, la fatalidad, los sueños rotos, la soledad y el amor. En conclusión: estamos ante otro film sobre la condición humana y nuestro lado más oscuro, opaco y escondido, elementos que son el caldo de cultivo perfecto para que este autor madrileño pueda darle forma a sus películas a través de tus peculiares personajes. Rodada en su mayoría en Cádiz, Quién te cantará nos muestra a una estrella del pop con amnesia y a una fan obsesionada con la vida de esta, que además tiene problemas de dinero y una hija tremendamente problemática. Se creará pues un vínculo espiritual y profesional entre cantante y fan para que Lila Cassen, la artista, consiga recuperar su talento.
Vermut gusta de contrastar mucho sus puestas en escena: mientras que en exteriores las tomas están poco recargadas de elementos, con una dirección más cercana al telefilm, los interiores son completamente diferentes; ayudados por la arquitectura, un excelente trabajo del equipo de arte y una iluminación intimista, estos cobran un valor especial para dar forma a los personajes.
En general, Carlos Vermut sigue ofreciendo una dirección muy personal, tanto en el ámbito actoral como en el técnico. Los largos planos secuencia, los estáticos sostenidos en los diálogos y los encuadres no académicos son marca de la casa, siempre en consonancia con el guion, lleno de textos reflexivos e introspectivos, ácidos en muchos casos, que muestran la marcada personalidad de sus personajes, construidos de manera siempre elaborada.
Hay que remarcar la intencionalidad de Vermut a la hora de tratar temas no siempre universales o amplios, pues pone la lupa en aspectos menos manidos y más complicados de abarcar, mucho más personales, de ahí su puesta en escena tan personal y tan marcada en Quién te cantará, donde el tempo y la contemplación apoyan y establecen las guías de la narración.
3. Un asunto de familia (Hirokazu Koreeda):
otro gran autor, otro gran conocido de la crítica y uno de los directores más laureados de los últimos años en el cine asiático, Koreeda vuelve a traernos una preciosa obra, muestra de su sensibilidad y de su arte para reflejar lo cotidiano. Un asunto de familia (shoplifters en inglés, en relación a la forma de ganarse la vida de algunos de los protagonistas) es un compendio de todo el anterior cine del autor, puesto que regresa a un tratamiento familiar y cotidiano para reflejar problemáticas de la sociedad japonesa, en este caso las desdichas de una familia de clase baja que decide “secuestrar” a una niña a la cual sus padres maltratan. Quedan así abiertas las costuras de una sociedad desigual y completamente competitiva como es la nipona, que relega al ostracismo a algunos de sus ciudadanos.
La cámara de Koreeda se acerca a ellos como lo hizo en su día Yasujirō Ozu, es decir, a la altura de los personajes, de sus costumbres, de sus casas, de sus quehaceres y de sus intimidades. Por ello no podemos esperar grandes artificios por parte del autor, sino más bien una cercanía casi total a la realidad. Si bien es cierto que sus personajes bordean el drama jugando en la línea de la comedia esto sólo acentúa el buen trabajo tanto narrativo como actoral del film, pues le aporta frescura a esa cruda realidad que se nos quiere mostrar y, en Un asunto de familia, no faltan ni drama ni comedia, ambas se entrelazan perfectamente sin quitarle peso al tema central.
No podemos olvidar que estamos hablando de la Palma de oro de Cannes de este mismo año, por lo que este tipo de cine aún llama la atención de profesionales y académicos dentro de la, cada vez más, extendida moda de los efectos digitales y los montajes alocados. Koreeda es un superviviente, al igual que muchos otros que mantienen su estilo casi impoluto a pesar de los tiempos que corren.
4. Cold war (Pawel Pawlikowski):
tras llevar más de dos décadas en el sector cinematográfico, Pawlikowski rodó la espléndida Ida en 2013, con la que se consolidó a nivel mundial. Con Cold war simplemente confirma su crecimiento como cineasta y lo coloca en la primera plana de cualquier festival o gala de premios. En esta nueva entrega del polaco podemos seguir comprobando el gran formalista que es, además de poder sumergirnos en una historia de amor sin igual que, salvando las distancias, recuerda al Doctor Zhivago de David Lean por su uso del tiempo y del espacio, dividiendo la trama en diferentes épocas y en diferentes ciudades por las cuales la pareja va dejando llevar su irrefrenable amor.
Como el propio nombre indica, Cold war nos traslada al periodo de la Guerra Fría, a una Polonia en continua disputa política entre el eje comunista y el estadounidense, al igual que ocurre con sus dos protagonistas. La música les une y la música les separa durante toda la trama, siendo dicha música uno de los elementos tanto narrativos como formales más interesantes del relato.
Un blanco y negro totalmente puro y difuso que hace de las pieles y la escenografía una delicia, así como un aspect ratio casi cuadrado que condiciona los encuadres de todo el film, preponderando personajes y diálogos a grandes paisajes. Tampoco dice que no Pawlikowski a un tratamiento orgánico de la imagen, rozando con algunos planos el cine experimental y de autor más puro. Si bien formalmente podría parecer que Pawel sobrecarga de elementos su puesta en escena lo cierto es que, debido a su experiencia ya comprobada, no permite que esta desmerezca de una buena narrativa y un equilibrio lógico entre ambos aspectos. Se le ha acusado de usar muchas artimañas cinematográficas y de estilo para ocultar una obra vacía en cuanto a contenido, de ofrecer menos profundidad que en Ida, pero la verdad es que si ha ganado el premio a mejor director en Cannes ha sido porque, desde luego, merece tal reconocimiento a esta fantástica película.
5. Roma (Alfonso Cuarón):
una de las películas más polémicas del año, y no precisamente por su contenido o calidad como film, Roma, producida en gran parte por Netflix, ha desafiado en varios países a las ventanas de explotación. Han sido pocos los cines que han aceptado proyectarla a pesar de hacerlo casi a la vez que la plataforma digital.
Roma nos traslada a la infancia del propio autor y nos habla de las mujeres de su vida, a las cuales hace un homenaje con este bello largometraje. Llamada así por la colonia en la que vivían los Cuarón en Ciudad de México, el film nos lleva a la década de los 70, años bastante problemáticos debido a varias revueltas sociales y estudiantiles. Las diferencias entre los diferentes estamentos, entre la familia de sirvientes y la propia familia del autor (que en el film es uno de los niños pequeños a cargo de la protagonista), serán el eje argumental, sucediéndose así los diferentes actos que nos llevarán a la reflexión final.
Alfonso Cuarón gusta de no sólo dirigir y guionizar la película, sino también de realizar la fotografía de esta, un blanco y negro poco contrastado, muy orgánico y naturalista, obsesionado con las líneas horizontales y con las eternas panorámicas sobre trípode de varios minutos de esos paisajes costumbristas. En esas escenas cotidianas, en las que se suceden acciones tanto en primer como en segundo plano de la puesta en escena, los niños crecen alrededor de Cleo, la sirvienta principal y protagonista de la cinta.
Roma son 140 minutos de largos y estáticos planos de una potencia emocional enorme, conteniendo partes de acción y comedia dentro del propio drama. El retrato de la mujer en la sociedad y en la vida de Cuarón es, quizá, lo que marca la diferencia sobre el resto de films, dando voz a aspectos como el amor, la familia, el paso del tiempo, el embarazo y un largo etcétera de temas en el que las mujeres son núcleo de la atención dramática.
En conclusión, Roma bien vale el león de oro conseguido en Venecia, confirmando así la buena racha de su director, el cual aúna tanto el método de trabajo del cine norteamericano como una gran influencia del cine de autor en su manera de dirigir.
Otros films que podríamos destacar de este año 2018 son Isla de perros de Wes Anderson o Infiltrado en el KKKlan, de Spike Lee, ambos largometrajes norteamericanos, país que parece que sigue prefiriendo el blockbuster antes que el cine de autor. Las nominaciones a los Globos de oro sólo han servido para dejar en evidencia el bajo nivel de 2018, año en el que el resto de cinematografías siguen sumando aliados como Netflix para poder producir y sacar adelante sus grandes apuestas dentro del mundo del séptimo arte.